Bottles of soda are lined up on a shelf.
Sodas.

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Cinco años después de la puesta en marcha del impuesto sobre las bebidas azucaradas en San Francisco, los dirigentes municipales y los expertos médicos se sienten muy orgullosos.

“Todos sabemos que los impuestos no suelen ser algo popular, ¿verdad?”, dijo el Dr. Grant Colfax, director del Departamento de Salud Pública, durante una presentación este martes. “Pero lo importante es que esto ha ocurrido. Y está mejorando la salud pública”.

El impuesto ha generado unos $72 millones de dólares desde el año fiscal 2017-2018, según la directora adjunta de bienestar comunitario del Departamento de Salud Pública, Christina Goette. Quien ayudó a hacer campaña a favor de la medida en el 2016. La mayor parte del dinero se destinó directamente a mejorar la nutrición, una de las mejores prevenciones de la diabetes, y la distribución de alimentos.

Al financiar iniciativas educativas, el impuesto ha cambiado los comportamientos. Según Goette, alrededor del 81% de los participantes en los programas financiados por el impuesto, beben más agua que bebidas azucaradas como zumos, bebidas para deportistas o refrescos, y alrededor del 83% comen más frutas y verduras con regularidad.

“Estos son los cambios más duraderos que siempre buscamos”, afirma Goette.

El impuesto también ayudó a financiar la distribución de alimentos esenciales durante la pandemia de Covid-19, y la asociación con organizaciones proporcionó un valor de $2.4 millones de dólares en frutas y verduras a familias con bajos ingresos el pasado año fiscal, añadió Goette.

Además, un modelo no publicado de impuestos nacionales sobre el azúcar en seis ciudades, descubrió que el riesgo potencial de diabetes gestacional y de diabetes entre mujeres embarazadas, descendió un 2.2% en comparación con las ciudades sin impuestos sobre las bebidas azucaradas. Las mujeres hispanas parecen ser las más beneficiadas, ya que el riesgo de desarrollar diabetes gestacional se redujo en un 60%.

“Es demasiado bueno para ser verdad”, afirma el Dr. Dean Schillinger, director del programa de investigación en comunicación sanitaria de la UCSF.

La evaluación de la ciudad se produjo el martes durante las Grandes Rondas (Grand Rounds), el debate médico semanal dirigido por la Universidad de California en San Francisco (UCSF). La universidad acogió a los panelistas para debatir los resultados del impuesto a los distribuidores de bebidas azucaradas de San Francisco, un impuesto especial de un céntimo por onza de bebidas endulzadas con azúcar, jarabe de azúcar o polvos.

El impuesto pretende dos cosas: disuadir a los habitantes de San Francisco de consumir bebidas superazucaradas y canalizar el dinero hacia la mejora de la salud pública en comunidades típicamente “objetivo” de la industria de los refrescos y las dietas poco saludables. Los fondos se destinarán a mejorar la nutrición, la dieta y la salud dental en comunidades con malos resultados sanitarios, especialmente donde prevalece la diabetes de tipo 2.

Y la necesidad es mayor que nunca, especialmente cuando se trata de enfermedades crónicas como la diabetes de tipo 2, que afecta de forma desproporcionada a la población afrodescendiente, latina y población con bajos ingresos. En San Francisco, las zonas más expuestas son la Misión, Bayview y el sureste de la ciudad.

La diabetes de tipo 2 “alcanza niveles epidémicos en las comunidades que han sido blanco de la industria de los refrescos, y este es un paso importante para remediarlo”, dijo Colfax.

En 2016, unos $85 millones de dólares en gastos de hospitalización estuvieron directamente relacionados con esta enfermedad, según Healthy Improvement Partnership de San Francisco.

A través de modelos e investigaciones, los expertos médicos sugirieron que un menor consumo de refrescos conllevaba un riesgo mucho menor de diabetes entre las mujeres embarazadas, así como, un ahorro potencial en atención sanitaria y una mayor esperanza de vida.

 El impuesto sobre las bebidas azucaradas fue colocado en la boleta electoral como la Propuesta V en 2016 por los supervisores Malia Cohen, Mark Farrell, Eric Mar y Scott Wiener. Se aprobó fácilmente con el 62.5% de los votos y entró en vigor el 1 de enero de 2018.

En un documento publicado por la Revista del Foro de Salud de la Asociación Americana de Medicina, se elaboró un modelo de ciudades, entre ellas San Francisco y Oakland, con impuestos sobre las bebidas azucaradas. El efecto agregado del modelo sugería que los precios de las bebidas azucaradas subieron alrededor de un 33% en las ciudades con impuestos sobre las bebidas azucaradas, y el consumo descendió alrededor de un 33%. “Así pues, hay pruebas bastante sólidas, basadas en datos de ventas, de que las compras de bebidas azucaradas han disminuido de forma sostenida”, afirmó Schillinger.

Los partidarios del impuesto y los expertos también se centraron en el concepto de la “equidad del agua”, o mayor acceso al agua potable, que contribuye a una mejor salud dental y mejor salud en general. Roberto Vargas, director asociado de compromiso comunitario de la UCSF, añadió que el impuesto propiciaba más dispensarios de agua.

Beber más agua y menos bebidas dulces también puede mejorar la salud bucal, que también afecta desproporcionadamente a los habitantes afrodescendientes de San Francisco. Por ejemplo, los niños afrodescendientes, asiáticos y latinos eran los más propensos a tener caries en comparación con los niños blancos, y los niños de la Misión también tienen más riesgo de tener caries.

La medida expira en 2028, a menos que se renueve.

Malia Cohen, interventora del Estado y ex supervisora del Distrito 10 que originalmente defendió el impuesto, dijo que por su parte sigue viendo a los grupos de presión de la Asociación Americana de Bebidas en la Cámara de Representantes del Estado. “Es algo parecido a tus peores pesadillas”, dijo. “Están gastando mucho dinero para influir en el gobierno estatal”.

Traducción en español por Elvia Rodríguez

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REPORTER. Annika Hom is our inequality reporter through our partnership with Report for America. Annika was born and raised in the Bay Area. She previously interned at SF Weekly and the Boston Globe where she focused on local news and immigration. She is a proud Chinese and Filipina American. She has a twin brother that (contrary to soap opera tropes) is not evil.

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